Señor Rajoy:
Permítame, en primer lugar, que no comience el saludo con el protocolario “Distinguido”, pues ni eso puedo decirle después de comprobar que es incapaz de aplicar en su propia casa lo que a otros exige con vehemencia furibunda.
Pensaba que usted era el líder de un partido político del que podía discrepar de sus ideas y planteamientos, pero es mucho más o mucho menos, según se mire. Es usted el viejo hipócrita que dice “haz lo que yo te diga, pero no hagas lo que yo hago”, es el fariseo al que Jesús hubiera echado del templo a latigazos, es, en definitiva, la antítesis de la verdad y el mercader que trafica con los sueños de quienes le dieron su confianza. Puestos a citar textos sagrados también le recuerdo aquello de “por un sólo justo salvaré la ciudad”. ¿Quedan justos en su partido?.
No nos separa que usted sea de derechas y yo de izquierdas,no. Lo que ha creado un abismo insalvable, entre usted y yo, es su desfachatez para proteger a corruptos y ladrones y, al mismo tiempo, señalar con su dedo acusador a quienes los descubren. ¿Le recuerdo lo que dijo de los policías que investigaron la trama Gurtel, del acoso y derribo a que ha sometido al juez que instruyó la causa Gurtel? No vale la pena, usted lo sabe muy bien.
No repara en los daños que con su actitud y obras está causando a este país y a sus gentes. Gente buena, gente honesta, gente que piensa diferente y a la que usted quiere enfrentar fraticidamente sólo por el placer de sentarse en el Palacio de la Moncloa. Todo no vale, ni el fin justifica los medios y algún día, cuando se quede a solas con su conciencia, cuando mire a los ojos de sus hijos, espero y deseo que se cuenta del laberinto del mal que ha tejido para saciar su ambición.
Usted no escucha, no lee, es incapaz de hacer un alto y reflexionar. A usted le encanta amplificar las malas noticias, ha encontrado en la ciénaga de la crisis económica otro ardid para continuar dinamitando los esfuerzos de los otros partidos políticos para paliar sus efectos. Le da igual y es seguro que cree firmemente que “cuanto peor, mejor para mí”. Qué egoísta y ruin.
En fin, permítame que finalice esta misiva, que se que nunca leerá, expresando mi confianza en que los españole(a)s se darán cuenta de su burda estrategia. Si algún día, por desgracia para este país, ganara las elecciones usted sería nuestra penitencia y castigo y que le conste por adelantado que no soy un sectario y que nada me gustaría más que la alternancia en el poder y las coaliciones de diferentes partidos.
Acabe con la estrategia de la bronca, sea humilde y barra su casa, aprenda que usted tiene su verdad que es diferente a la de los demás, no es ni mejor ni peor, y, sobre todo, respete la verdad y la voluntad de los ciudadanos. La gente de izquierdas no somos sus enemigos, sólo somos personas que opinamos de forma diferente. Pero más allá de las ideas, están los valores y mientras yo creo en la bondad del ser humano, usted y los suyos esculpen y adoran el becerro de oro. Esa es la diferencia sustancial que hay entre nosotros.
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