miércoles, enero 25, 2006

Trogloditas del Ejército en España

Mal que le pese al PP el mundo mira a España. A veces con admiración y, a veces, con incrédulo, sobre todo cuando habla el PP.
Resulta patético que un partido que pretende ser la alternativa de gobierno sea visto con recelo por los más importantes medios de información internacional. Para muestra la editorial del New York Times:
Un principio básico de la democracia es que el ejército no reta públicamente la legitimidad del gobierno electo ni habla de que sus tropas marchen a la capital para dar la vuelta a las decisiones del Parlamento. Pero eso es lo que ha ocurrido dos veces este mes en España, cuya historia del siglo XX nos obliga a tomar esas amenazas en serio, incluso aunque las posibilidades de que las palabras de los insubordinados lleven a acciones de insubordinación parecen poco probables.
La respuesta del gobierno de centro-izquierda del Presidente, José Luis Rodríguez Zapatero, ha sido adecuadamente firme, incluyendo el cese y el arresto de uno de los que ha perpetrado esas acciones, un veterano general del ejército. Lamentablemente, el partido de centro-derecha, el Partido Popular, el principal grupo de la oposición parece más interesado en fabricar excusas para esos oficiales que en defender el orden democrático en el cual tiene un papel vital.
El rápido y suave cambio hacia la democracia moderna tras la muerte de Francisco Franco en 1975 hace fácil olvidar los horrores de la guerra civil y la brutal dictadura que las precedieron. Esas pesadillas comenzaron cuando los oficiales del ala derecha del ejército se rebelaron contra un gobierno de izquierdas al que consideraban ilegítimo y demasiado considerado hacia las regiones separatistas.
La sociedad española, los políticos españoles y –en su mayor parte— los militares españoles han recorrido un largo camino desde aquella era, moderando sus puntos de vista y profundizando su compromiso con el toma y daca de la democracia. Pero el Partido Popular está teniendo difícil superar su derrota electoral hace dos años, días después de los atentados terroristas de los trenes de Madrid. Nunca ha aceptado realmente la legitimidad democrática de aquella votación. Ha llegado el momento de que el Partido Popular se mire hacia adelante. La democracia española realmente necesita y merece un vigoroso apoyo bipartidista
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El tumor de la tirania

Rajoy, Acebes, Zaplana, Pujalte, Jiménez los Santos, Vidal Cuadras,… son, con su comportamiento, matones de discoteca, traficantes de mentiras, vendedores de odio, chantajistas, fuleros,… Por donde pasan arrasan sembrando insultos y falsedades y, uno, todavía inocente e incrédulo antes tantas barbaridades concatenadas, se pregunta ¿por qué?, ¿cómo es posible tanto desatino y desafuero?, ¿cómo se puede perder el juicio de esta manera?
Podría argumentar que padecen algún tipo de enajenación mental transitoria, que están poseídos por el síndrome de abstinencia del poder, que una secta peligrosa les ha lavado el cerebro y poseído sus voluntades, pero nada de ello justifica las barbaridades i exabruptos que, día tras día, salen de sus bocas.
Si por este lado no hay respuesta intentaré buscarla por otro: han sido abducidos por una civilización extraterrestre para destruir la nuestra, tal vez, son clones malignos y los auténticos se hallan confinados por un poder maligno que quiere adueñarse del mundo o puede que la sede de Génova esté habitada por espíritus facisto-franquistas que han apoderado de sus voluntades. No lo veo claro.
Intento visualizarlos como unos títeres que se mueven y hablan al compás de una mano oculta que los dirige, como lobos vestidos con piel de cordero. Tampoco me convence esta posibilidad.
Descarto el trastorno psicológico, la vía exotérica, la ciencia ficción y el ocultismo sólo queda un diagnóstico: el PP es el tumor de la tiranía enquistado en la democracia.

martes, enero 24, 2006

Las personas, ¿finalidad o medio?

¿Las personas son una finalidad en si mismas o meros medios para alcanzar un resultado?

Si las consideramos finalidad, la lógica nos lleva a determinar que todo cuanto hacemos esta al servicio de las necesidades del ser humano para procurarle mayor bienestar y felicidad; si, por el contrario, las personas son sólo un medio deberemos ser conscientes que deben ser apartadas en cuanto no sean útiles.

Son dos concepciones tan antiguas como la propia humanidad: una, se basa en que todos los seres humanos son iguales y con los mismos derechos; la otra, afirma que cada uno tiene lo que es capaz de conseguir. Ello da lugar a dos corrientes de pensamiento diferenciadas: la de los que tratan de equilibrar las desigualdades mediante la redistribución de la riqueza, y la que mantiene que el esfuerzo debe orientarse a la acumulación individual de riqueza y poder.

Fijémonos en el aserto el pobre no nace, se hace. Sólo es pobre quien no quiere o no es capaz de ser otra cosa. Es un enunciado que ha adquirido categoría universal impregnando todas las estructuras del pensamiento actual. Para unos, los neoliberales, es una verdad absoluta, incuestionable; para otros, incluidos extensos sectores de la izquierda, en nombre del pragmatismo, comienza a ser una verdad a tener en cuenta.

No estamos ante una cuestión baladí, sino de fondo, ya que anima y configura el pensamiento y la toma de posición de cada uno de nosotros. Es la consecuencia del papel central que la economía ha asumido y del desplazamiento del ser humano como eje vertebrador de la actividad.

El motor del progreso económico de nuestras sociedades se basaba en conseguir satisfacer las necesidades de las personas, el trabajo era la actividad principal para conseguirlo, sin embargo, este orden natural ha cambiado y ha puesto en primer término las necesidades de las empresas, sobre todo, la del beneficio económico de unos pocos (propietarios, accionistas y altos ejecutivos).

Volviendo a la pregunta inicial y aceptando, como parece evidente, que vivimos en un momento en el que las personas son meros medios para alcanzar unos resultados, hemos de exponer algunos de los efectos de la puesta en práctica de estos principios. Un medio es un instrumento valorado en términos de rentabilidad económica al que aplicamos un precio y consignamos en una partida contable. De esta manera, la persona pasa a ser una cifra, el saldo contable entre gastos e ingresos y cuando este es negativo deja de ser rentable y, por lo tanto, amortizable y prescindible.

En una sociedad basada en el economicismo, en el precio en lugar del valor, el ser humano es desposeído de su principal valor y esencia: de su dignidaabd. El trajo pierde la categoría de función social y se transforma en producto de mercado.

¿Es esta la sociedad que queremos dejar en herencia a las generaciones que nos sucederán?