De nuevo cabalgan. La extrema derecha campa a sus anchas y sólo tímidas voces, que pronto son acalladas, le salen al paso. Desde los tribunales hasta la calle, magistrados ultraderechistas -léase antidemocráticos- y partidos xenófobos y fascistas están marcando la agenda política de este país y todo ello con la complicidad ominosa, a veces por silencio y otras jaleando sus actuaciones, del PP.
Existe una hoja de ruta, perfectamente definida y coordinada, para socavar la convivencia democrática y cercenar las libertades. En los medios de información, prensa, radio y televisión, la información se oculta y se manipula mientras cobran fuerza las opiniones de pirómanos, disfrazados de tertulianos; los tribunales validan querellas de corruptos pillados con las manos en la masa que exoneran delitos de latrocinio.
Hace unos días, Villarejo, el antiguo fiscal anticorrupción afirmaba en una entrevista: “No es posible que una persona que está siendo perseguida por la justicia penal por delitos graves, como el blanqueo de capitales, se pueda constituir como parte para perseguir al juez. La admisión de esa querella constituye la forma más grave producida hasta ahora en España de alianza objetiva de los tribunales y los corruptos. Si la respuesta a la actuación judicial es la persecución del juez, consentida y tolerada por el Tribunal Supremo, incluso por magistrados progresistas, aún se pone más de relieve que la persecución de la corrupción sigue siendo una asignatura pendiente. Lo que ha acordado el Supremo no se puede sostener ni jurídica, ni social, ni moralmente. No es admisible y socava los cimientos del Estado democrático, porque es poner al poder judicial bajo los pies de los caballos de los corruptos. Y eso significa que los corruptos han conseguido ya una victoria al someter a un proceso penal por prevaricación al juez que se ha atrevido a investigarlos”.
Son afirmaciones que se comentan por si solas, de una gravedad inaudita, pero que han pasado desapercibidas. Y nadie, desde la izquierda, se ha hecho eco de ellas. Eso si, he visto a sesudos analistas tildados de progresistas hablar de los “errores de Garzón”. El silencio, la falta de indignación ante tantos atropellos y tropelías conforman un estado anímico de “quién calla otorga”.
Al cerco a Garzón por parte jueces franquistas confesos; hemos de sumar la estrategia de la tensión permanente del PP; la de los obispos que se creen en el derecho de ser los guardianes de la moral; la manipulación y las mentiras mil veces repetidas por decenas de medios de información; la descalificación grosera i falaz del que osa poner en duda los postulados políticamente correctos; la exaltación hasta el paroxismo de modelos de comportamiento inmundos y soeces;...
Lo anterior explica una parte, pero no el todo. Aún hay que sumar las consecuencias de un sistema que eleva a categoría de modelo a seguir a los personajillos que pueblan las telebasura, mientra ignora el valor del esfuerzo de investigadores, médicos, bomberos,... que justifica partidos que hacen de la corrupción el modelo de su financiación y de enriquecimiento de sus próceres,que entroniza tertulianos ignorantes y desprecia la cultura y el conocimiento,...
Este es el aire que sopla con más fuerza por nuestros pueblos y campos. Nos encontramos ante una situación que puede desestabilizar y poner en riesgo la convivencia democrática. En un terreno abonado para que la ultraderecha siembre y haga germinar sus postulados. La ciudadanía, huérfana de ideas y de espíritu crítico, está inerme e incapacitada por el bombardeo constante de mensajes que igualan democracia y corrupción, que, sin rubor, culpabilizan a la izquierda de todos los males.
Las reacciones son tibias, timoratas, carentes de indignación. Es como si el destino de la izquierda fuera hacerse el harakiri, una vez más, como si le faltaran energías para reaccionar ante tanta ignominia y aceptara la inevitabilidad del doble rasero de la hipocresía.
Bajo el lodo del pensamiento único y del empantanamiento del pensamiento progresista oficial, circulan corrientes que mantienen viva la esperanza de una sociedad justa y equitativa, voces críticas y espíritus libres que mantienen izada la bandera de la rebeldía. Son voces aisladas, a menudo ninguneadas, pero acabaran emergiendo con fuerza bajo nuevos postulados, organizadas de manera diferente a cuanto conocemos. Traen aire fresco para ventilar las estancias corruptas del pensamiento acomodado y las miasmas del pensamiento único. A ellas me encomiendo.
1 comentario:
miedo e inmovilismo.
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