Los grupos de presión mediáticos -representantes de los intereses económicos y políticos que los sostienen- han encontrado en los politógos,sociólogos y otras especies similares un enorme filón para influir en las decisiones de los gobernantes: periódicamente ofrecen los resultados de sus "encuestas de opinión e intención de voto" adobadas de predicciones junto al cálculo de los escaños que este o aquel partido obtendría si hubiera elecciones en el momento de la encuesta. ¡Ah!, no nos olvidemos del coro que bajo una falsa apariencia de objetividad individualizada arropa estos mensajes: los tertulianos, es decir los pesebristas de este o aquel medio.
Es un juego perverso que intenta, y a veces lo consigue, condicionar la acción de gobierno en función de una coyuntura ficticia, porque es ficticio que haya tantas elecciones como encuestas. Y a fe mía que lo consiguen: el PP se enroca en su estrategia de cuanto peor mejor; el Gobierno por la mañana anuncia un cambio y por la tarde lo desmiente; a los líderes de cualquier fomación política les falta tiempo para salir a vocear lo que las encuestas dicen que es la opinión mayoritaria de los ciudadanos;... El resultado es un ruido permanente que impide descifrar quién habla y qué dice.
El ciudadano pasa de la categoría de receptor con opinión propia elaborada a partir de la lectura crítica de los mensajes ofrecidos a mero sujeto paciente de la manipulación. Cuando no se escucha con nitidez es imposible fijar las posiciones de los que parlotean incesantemente. Los que hablan acaban escuchándose a si mismos y diciéndose lo bien que lo hacen y lo bonitos que son. Convierten verdades en mentiras y de la falsedad y de sus intereses espurios hacen banderas que dicen representar el sentir y la opinión de la mayoría.
Esta manera de hacer ha trastocado el discurso político. De la política propositiva hemos pasado a la política de acoso y derribo, de quítate tu para que me ponga yo. Lo importante no es el proyecto, sino el sillon. Mientras hablan de la cultura del esfuerzo y del ahorro, dilapidan millones en oropeles y fastos.
¿Hablo en genérico? Si. Esta cultura propia de la derecha se ha impuesto como lo hizo el pensamiento único. El neoliberalismo, no es sólo economía, es ideología pura y dura y la izquierda ha perdido una batalla más: la de hacer que la política sea pedagogía, discurso, debate y contraposición de ideas al servicio del bien común y de la felicidad de las personas.
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