Cualquier análisis de la realidad ha de partir de uno o varios enunciados aceptados como verdad, que no indiscutibles o matizables.
Formularé dos de cuya evidencia no creo que haya duda:
1.- El actual modelo económico viene determinado por la globalización de los mercados y la deslocalización de la actividad productiva.
2.- Asistimos al nacimiento de un nuevo modelo productivo y a la progresiva desaparición del modelo industrial que había marcado las relaciones y modo de vida de nuestra sociedad.
Y una tercera, en la que admito que parto de una posición ideológica pura:
El capitalismo ha fagocitado el concepto de globalización y lo ha hecho suyo poniéndolo al servicio de sus intereses expansionistas.
Así nos encontramos con una globalización parcial que sólo beneficia a los capitales financieros y a las actividades productivas susceptibles de deslocalización, vale decir que prácticamente todas.
La posibilidad de escapar a cualquier control democrático de sus actividades ha hecho crecerse a los ideólogos neoconservadores y proclamar el fin de las ideologías y de los modelos sociales. Tras esta aparente cortina, que pocos se atreven a poner en cuestión, pero falacia al fin y al cabo, se esconde la voracidad de los intereses económicos que avanzan en la servidumbre y explotación del 3r y 4º mundo y en la destrucción del estado de bienestar, es decir, del estado surgido del pacto entre el capital y la clase obrera. Lamentablemente, el Estado del Bienestar y quienes dicen defenderlo, está en sus horas más bajas acojonado por el fuego de artillería con el que lo bombardean permanentemente. (De esto hablaré otro día).
Valgan estos apuntes para centrar la cuestión de la productividad y la competitividad, dos elementos clave en la supervivencia de las empresas y el mantenimiento de los puestos de trabajo. Para simplificar creo que existen dos modelos:
El primero, propugnado por el capital y basado en incrementos indefinidos de la productividad a cualquier precio: bajos salarios, jornadas interminables, sumisión de los trabajadores, ausencia de derechos, explotación de mujeres, niños,... Es el modelo de China, de las maquilas mejicanas,… Y mientras hay países que se ofrecen, deseosos de dar la bienvenida a los Mr. Marshall contemporáneos, los hay que miran hacia otro lado porque de la explotación de los pobres nacen los beneficios de los ricos.
El segundo, sostenido por países de larga tradición socialdemócrata, se basa en un desarrollo económico estable, sostenido y de calidad. Las personas son contempladas en su totalidad: necesidades y potencialidades. El trabajo no se valora únicamente por unidad producida en un tiempo determinado, sino por el valor añadido. La persona no es un mero factor productivo adosado a una máquina, sino se cuenta la creatividad.
En el primer caso, la persona tiene un precio igual a la jornada que es capaz de aguantar y al número de piezas que puede producir; en el segundo, el precio es sustituido por el valor y las potencialidades creativas. En el primero, el trabajo sólo está al alcance de los más sumisos; en el segundo, es un derecho inalienable del ser humano. En el primero, se mide la fuerza bruta; en el segundo, la calidad…
No faltará quien me diga que todo esto es discurso, conjunto de palabras trasnochadas de una ideología periclitada. A estos sólo les daré un dato para la reflexión: la tercera economía mundial en productividad es la sueca, seguida muy de cerca por Finlandia, ambos estados que mantienen la filosofía básica del Estado del Bienestar en su quehacer cotidiano.
En la era de la competitividad también hay que decantarse por un modelo:El chino o el sueco. El del beneficio de las empresas y los capitales o el que mantiene el gasto público con eficiencia y calidad de vida para todos los ciudadanos.
Tu eliges.
1 comentario:
interesante!!! como te he dicho hoy desayunando, tus aportaciones son necesarias!!! un abrazo,
CR
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