miércoles, mayo 30, 2012

A contracorriente

¡Ay! como me duele marchar a contracorriente, no sentirme ilusionado por lo mismo que la mayoría con tanto ahinco defiende y proclama.Confieso que nunca me llamaron las banderas, ni las patrias, ni la tiera chica, ni el cante o la raza. Que no tengo más idioma que la palabra compartida que nos une, que no me refugio en la historia de mis antepasados sino en el futuro que nos llama.

Se que es ir a contracorriente, luchar contra la identidad que nos amalgama, pero ¿que puedo hacer si cada día que pasa aumenta el drama de las personas que se quedan sin nada?. Se que lo fácil es arroparse en la masa, dejarse llevar y compartir un himno y una historia. Pero nada de eso me llama ni me inflama.

Hice propósito de enmienda y juré no volver a ser el crítico que todo lo cuestiona, pero no se quien va primero si los centenares de miles niños que mueren de hambre en el tercer mundo o las decenas de miles de niños que aquí están cayendo en la pobreza. De verdad que me gustaría ser capaz de decir: primero los de casa, pero no puedo, porque unos y otros me duelen en el alma. Unos y otros son inocentes y víctimas del mismo desatino: la furia de la codicia. Y, sobre todo, porque unos y otros son necesarios para que siga habiendo ricos que nadan en la opulencia. 

Sigo creyendo que todos somos iguales y que sólo nos separa el azar del sitio en el que nacimos. Algo que ni tu ni yo elegimos. Nacimos aquí, pero tambien pudimos haberlo hecho en Burkina Faso o en Mali... Nadie elige el sitio en el que nacer, pero eso es lo que condiciona toda una vida.

Me prometí cambiar y sumarme alborozado a la "mayoría", compartir el realismo político, dedicar todas mis fuerzas a proclamar la necesidad del esfuerzo, a no hablar de recortes sino de ajustes, a predicar la flexibilidad laboral,... pero ese no es mi mundo. 

Creo en la política que soluciona los problemas de las personas, en la que genera confianza y bienestar, en la que se pone de meta el progreso económico y social para todos y defiende la libertad. 

No creo en la igualdad de oportunidades porque esta es una igualdad retórica y falsa al mismo tiempo:retórica porque sólo existe de palabra, falsa porque las oportunidades son diferentes según el lugar de nacimiento (no es lo mismo nacer en un barrio del extrarradio de una gran ciudad que hacerlo en una zona residencial de clase media o alta, como tampoco es lo mismo ser hijo de una familia desestructurada que crecer en el seno de una familia solidaria que promueva la cultura entre sus miembros). Yo creo en la igualdad y esta sólo será posible si todas las personas tienen las mismas posibilidades y se eliminan las barreras socioeconómicas y esto no es retórica: es política con mayúsculas.

¡Que lástima
que yo no pueda entonar con una voz engolada
esas brillantes romanzas
a las glorias de la patria!
¡Que lástima
que yo no tenga una patria!
Sé que la historia es la misma, la misma siempre, que pasa
desde una tierra a otra tierra, desde una raza
a otra raza,
como pasan
esas tormentan de estío desde esta a aquella comarca.
¡Que lástima
que yo no tenga comarca,
patria chica, tierra provinciana! (León Felipe)

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